Cómo puedo levantar al hombre desde mi anónima trinchera indecisa; desde un cielo socavado por el humo de la vanidad; desde este escepticismo justificado por los hechos.
Yo se que por ejemplo que los vaticinios del fin del mundo es el deseo del mal del aburrimiento; y es lo que justifica a los insensibles, a los egoístas que en su equivocación fabrican una felicidad a toda costa para sus pequeños beneficios y placeres- asiendo alarde de logros materiales o esclavizándose para conseguirlos por encima de otros pisoteando y dejándose pisotear- entrampados en sus contradicciones y sufrimientos pueriles. Y en ese escenario buscan desesperadamente salvarse del producto de su propia elección: una soledad que es como un cáncer que les carcome el alma. Luchan por una victoria sobre otro ser; porque nunca renunciaran a su orgullo mal criado; y viven todos los días deseando un papel en aquella película que reemplazó su razón. Y así según su personalidad o delirio quieren sentirse héroes, líderes; reyes o profetas; pero no por sus actos, si no más bien por la simple adulación de los demás: el éxito, las metas, el amor. Todo aquello sólo forma parte de una lista competitiva.
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